martes, 10 de enero de 2017

DISCIPLINA CON AMOR



En el libro Disciplina con amor la autora crea una especie de guía dirigida a padres y maestros que nos muestran el arte de educar, que hoy en día resulta un reto difícil de alcanzar con los niños; la cual puede servir de apoyo para saber cómo poner límites sin que la culpa intervenga en las decisiones de quien es realmente la autoridad. Muchas veces nos encontramos con críticas de la forma de educar o con las problemáticas con las que nos encontramos, pero en este libro también se encuentran distintas alternativas con las que poco a poco se puede ir mejorando la actitud de manera firme y a la vez sin la necesidad de lastimar a los hijos.
Antes los padres para educar a sus hijos tenían una actitud firme y segura al tomar una decisión y en muy pocas ocasiones tomaba en cuenta la opinión o sentimientos de los hijos. Esto se debía también a que no les importaba lo que gente exterior a su familia pensara o criticara respecto a su forma de educar. El niño era considerado de alguna forma un cero a la izquierda que solo debía aceptar lo que sus padres decidieran para él. Los lugares de cada integrante de la familia estaban bien definidos, en este sentido, el mando y la única autoridad la tenía el adulto quien cargaba con toda la responsabilidad y el niño simplemente obedecía sin tener que preocuparse por responsabilidades que no le correspondían, por lo que la infancia del niño podía desarrollarse sin ningún inconveniente. En esta etapa autoritaria también nos encontramos con aspectos positivos para el niño que de alguna forma los protegía para guardar su inocencia ya que por ejemplo en las conversaciones entre adultos de ninguna forma permitían que los niños estuvieran presente lo cual evitaba que escucharan comentarios o situaciones desagradables para no llenarlos de miedo o preocupación. De alguna forma el niño siempre estaba en un ambiente de bienestar donde siempre existía el apoyo por parte de la familia, aquí las personas que ya tenían experiencia servían de sostén para enseñarles a los padres como responder ante las demandas o necesidades de los hijos. Viendo la educación autoritaria desde un punto negativo nos encontramos con secuelas muy graves en el crecimiento de estos niños porque los padres nunca se preocuparon por las consecuencias emocionales que pudieran sufrir a base de las humillaciones que soportaban, y aunque su intención era buena, la forma fue nefasta. Desde la perspectiva escolar en algunas escuelas se sigue utilizando este régimen en el cual se trabajan dinámicas que solo promueven la violencia y baja autoestima entre alumnos; en este sistema puede educarse el cerebro pero se lastima al corazón de cada uno de los niños.
En la actualidad los educadores tanto padres como maestros que de niños fueron educados de esta forma y sufrieron en su infancia de algunas carencias viven con el temor constante de no querer que esto les suceda a sus hijos y cambian su actitud de forma radical cayendo en la permisividad. Es aquí donde en lugar de hacerles un bien, los vamos transformando en niños o adolescentes que se sienten con absoluta libertad de hacer lo que quieren y de alguna forma resulta ser una posición muy cómoda para los padres ya que se evitan la tarea de tomar decisiones dejándoles a los hijos toda la responsabilidad de las consecuencias que traigan sus actos. Podemos decir que los papeles se invierten ya que el niño toma el papel de adulto y el adulto de niño. Darles este tipo de libertad a los niños es un gran error ya que a pesar de ser muy inteligentes aun no cuentan con la madurez suficiente de un adulto para poder decidir lo que es o no correcto en ese momento o para manejar sus vidas, porque la madures es solo el resultado de lo que aprendemos en base a las experiencias las cuales se adquieren con el paso del tiempo. Solo los padres pueden prever los peligros o consecuencias de dichos actos por lo que los hijos necesitan de su guía y buen juicio para educarlos. Al deslindar responsabilidades y pasársela a los hijos los padres de alguna forma toman una actitud de cobardía. Desafortunadamente en la actualidad se les ha dado la oportunidad y libertad a los niños de ver, escuchar y hacer lo que quieran sin poner límite alguno, lo que en muchas ocasiones provoca que los niños crezcan con miedo y temor a todo constantemente. Son muy pocos los niños que aun guardan un tesoro muy importante e irrecuperable, la inocencia. Cuando un niño pierde su inocencia su alma se encoge y endurece, el mundo deja de ser bello y seguro para volverse amenazante. Y somos nosotros quienes nos hemos encargado de quitársela al enfrentarlo y exponerlo a un mundo crudo y lleno de problemas, donde la prisa siempre está presente en nuestra vida. Nos hemos acostumbrado estar todo el tiempo con prisa e involucrar a los niños en ella y no nos tomamos el tiempo necesario para convivir con ellos y cuando al fin con el paso de los años los padres ya tienen dicho tiempo, resulta que sus hijos han crecido y ya no les interesa estar con ellos. Cuando apresuramos a los niños no permitimos que desarrollen de manera adecuada la conexión que hay entre su cuerpo y el mundo que lo rodea y cuando esto sucede nos encontramos con problemas graves como autismo, síndrome de déficit de atención, hiperactividad, depresión infantil, etc. Otro problema hoy en día es que poco a poco y sin darse cuenta los padres permiten que sus hijos invadan su espacio lo que con el paso del tiempo trae problemas en la relación de pareja porque la presencia de los niños en todos lados no permite que puedan tener tiempo a solas para comunicarse con libertad y es así como poco a poco pierden su intimidad. Y esto no solo afecta a los padres, si no también a los hijos quienes también necesitan su propio espacio para consolidarse individualmente y si los padres permiten que duerman siempre con ellos los niños se acostumbran y cuando los padres deciden al fin determinar su espacio quien más siente un cambio brusco es el niño. Los padres que permiten esto en sus hogares lo hacen por comodidad, placer, porque no quieren que sus hijos crezcan, por llenar huecos emocionales y por culpa. Los padres deben tener claro su lugar y el de los hijos, y en algunas ocasiones puede haber flexibilidad. Otro de los problemas de los padres permisivos es cuando no prestan atención a sus hijos dejan que hagan lo que quieren por mucho tiempo y cuando al fin deciden poner orden explotan sin límites. Algo que también es común en los padres es ese afán de llenar a los niños de información que por su temprana edad al final no les sirve de nada y solo provocan su estrés, en este sentido cambian la calidad de aprendizaje por cantidad. Esto muchas veces con el afán de exhibir a sus hijos como un trofeo ante la sociedad, sin pensar que el niño está creciendo nervioso, ansioso, estresado y con falta de atención. Debemos educar tocando su corazón a través de la música, el arte y la imaginación; conectándonos con ellos para saber qué y cuanta información requiere. El principal objetivo es educar al niño interesándonos en su bienestar físico y su salud emocional.
Los padres permisivos también son resultado de la perdida de autoconfianza que tienen para educar a sus hijos ya que no se creen capaces de hacerlo y se paralizan ante el miedo a equivocarse o de perder el amor de sus hijos, lo que ellos aprovechan para chantajearlos si no cumplen sus caprichos; pero es importante saber que la rabia que los hijos puedan sentir es pasajera y el verdadero amor a los padres surge del respeto. Es aquí donde a los padres también les corresponde darse a respetar como lo que son y no tratar de ser un amigo más. Por otro lado nos encontramos con la problemática de que el maestro ha perdido su autoridad y esto se debe a que con el apoyo de los padres los alumnos van adquiriendo mayor fuerza volviéndose prepotentes, groseros y cínicos. El maestro que permite que lo maltraten o humillen pierde su autoestima y el amor por su vocación.
Los hijos de padres permisivos ahora crecen caprichosos, demandantes e insatisfechos, todo porque desde pequeños los consienten demasiado y toman una actitud egoísta, antipática, con dificultades para socializar, envidiosos, malhumorados, flojos y apáticos. La mayoría de las veces los padres consentidores no piden opiniones porque saben que no les convienen y se vuelven ciegos ante la realidad.
Después de presentar las problemáticas en la educación infantil ahora buscamos soluciones. Para educar debemos tener conciencia para encontrar un balance que no nos haga caer en el autoritarismo ni en la permisividad, así pues lograremos una educación consciente en la que el adulto respeta al niño y el niño al adulto donde el adulto asume la autoridad con responsabilidad, dignidad y orgullo; y el hijo está protegido y seguro.
Se debe tener cuidado en tomar actitudes equivocadas, como lo es la sobreprotección o el abandono. En el caso del abandono puede ser físico y emocionan, los padres dejan que sus hijos tomen decisiones que no le corresponden y cuando sufren las consecuencias los regañan. Por otro lado en la sobreprotección los padres se encargan de controlar las vidas de sus hijos en su totalidad para protegerlos de cualquier situación que los ponga en riesgo, pero al hacer esto solo demuestran que no confían en las capacidades que sus hijos tienen para experimentar por si solos; así pues ellos mismos vuelven a sus hijos flojos, dependientes y sin voluntad. Hay que enseñar al niño a pensar, en vez de pensar por él. Muchos padres sobreprotegen a sus hijos por amor, porque los hace sentir importantes, por controlar, por miedo y por desconfianza. En el caso de los niños discapacitados se puede confundir aún más la sobreprotección porque creemos que ellos no pueden hacer nada pero lo que ellos realmente necesitan es que lo alentemos para que hagan su mayor y mejor esfuerzo por superarse y vencer sus limitaciones, logrando en ellos un mayor aprendizaje y satisfacción por sus logros. Podemos tener compasión por ellos, pero nunca lastima.
Para lograr una educación consiente tenemos que capacitar, alentar y confiar. Tenemos que aprender que debemos brindar solo la ayuda necesaria para que los niños en un futuro puedan valerse por sí mismos. En primer lugar para capacitar debemos tomarnos el tiempo necesario para enseñarles alguna habilidad, actuar con hechos en lugar de hablar, enseñarles cómo realizar algo pero con el proceso completo, haciendo las cosas despacio y con paciencia porque un niño pequeño tiene un ritmo más pausado que un adulto, y supervisarlos de manera que intervengamos lo menos posible para corregir pero sin lastimar ni desanimar. En segundo lugar para alentar el adulto debe darle la confianza suficiente al niño para que en el caso de fallar no se desanime y siga intentándolo las veces necesarias hasta lograr lo que tiene como objetivo. Es necesario aclarar que alentar no es lo mismo que alabar. Por último los padres deben confiar en la educación que sus hijos recibieron para que el niño tenga confianza en sí mismo, lo cual es muy importante porque la autoconfianza les permite estar bien cimentados en la vida, les permite levantarse en momentos difíciles y los motiva volverlo a intentar. Muchas veces se confunde la confianza con ideas equivocadas como la perfección, el control bajo amenazas y la confianza ciega.
Hay casos en los que padres tienen actitudes equivocadas ya que tienen expectativas cerradas acerca de cómo quieren que sus hijos sean o esperan de ellos sin importarles las preferencias que ellos puedan tener. Se hacen ideas de ellos de acuerdo a sus preferencias o sueños no realizados y cuando se dan cuenta que estos no siguen sus expectativas intentan imponer de manera egoísta sus deseos condicionando a los hijos y no les permiten tener la libertad de elegir lo que ellos realmente prefieren. Cuando los padres hacen esto es porque tienen sueños frustrados que por alguna razón no pudieron cumplir provocando que los hijos crezcan presionados y sin autoestima. Es ahí cuando la frustración llega y se torna a vergüenza, vergüenza de decepcionar a los padres quienes son los seres más importantes en su vida. Pero podemos transformar esto  para tener expectativas más abiertas y aceptar las preferencias que los hijos tienen demostrando así el amor incondicional. Cuando se tienen expectativas abiertas se permite que los hijos tengan éxito en lo que desean ya sea en el ámbito profesional, sentimental y espiritual; los padres pueden opinar y sugerir cuando es necesario, pero después deben retirarse para permitir que su hijo decida con libertad que hacer. Así los padres demuestran el amor incondicional que le tienen a sus hijos, aceptándolos tal y como son sin juzgarlos por las apariencias ya que nuestro único trabajo como padres y educadores es acompañarlos y ayudarlos a descubrir cuál es su destino.
Hablando de forma generalizada en cuanto a una familia y la escuela nos encontramos con situaciones que vemos frecuentemente y que es una actitud equivocada por parte de los padres y educadores, comparar. Cuando hacemos esto solo afectamos las relaciones entre hermanos y compañeros pues iniciamos una competencia infinita en la que todos los participantes salen lastimados, además de promover la envidia, celos y traición. Por eso lo correcto es poner a todos en el mismo nivel para que cuando algo este mal como grupo se asegure que no vuelva a pasar pues sabrán que si no es así todos juntos deberán pagar el precio. Se debe ser justo pero sin exageraciones, es decir atender a quien más nos necesite en ese momento pero sin abandonar a los demás, enseñándoles así a esperar. En lugar de comparar debemos reconocer las distintas habilidades y cualidades que hacen de las personas únicas, para que ellos aprendan a valorarse por sí mismos, cultivando así si autoestima porque una persona con autoestima está libre de ataduras y elige lo que quiere en la vida. Algo importante que no se debe hacer es etiquetar a los hijos ya sea de forma negativa o positiva, pues nuestras palabras quedan marcadas en el subconsciente del niño y si repetimos constantemente una frase, el niño termina convenciéndose de ser lo que otros dicen que es. En una familia tampoco deben haber favoritos pues solo provocamos resentimiento, rivalidad y envidia entre hermanos. Es lógico que no se puede tener la misma relacion con todos los hijos pues son diferentes y con distintos temperamentos, pero si podemos tratar de conocerlos y conocer su lado positivo para demostrarles que todos tienen el mismo amor incondicional.

Este libro nos muestra experiencias que vemos constantemente con las personas que nos rodean y hasta en nuestra familia, pero tambien nos muestra como podemos cambiar nuestra actitud para mejorar nuestra relacion con los demás. Al igual nos motiva a defender con seguridad nuestra dignidad como autoridad sin sentirnos temerosos o con culpas, pues reconocemos la importancia y responsabilidad de nuestras decisiones.

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